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Psic. Mariana Acosta

Los aspectos éticos del trabajo en psicoterapia con adultos mayores


Es de suma importancia hablar del cuidado emocional en esta etapa de la vida, la del adulto mayor, la de la vejez, ya que no es poca cosa enfrentarse a todos los cambios que atraviesan todas las dimensiones de la vid, a la entidad de una persona, y que el acento suele estar en la apremiante juventud, en los cambios de la adolescencia, donde uno alcanza el ideal de belleza de la sociedad en la que vivimos, pero en la vejez está otra etapa de cambios igualmente notables y simbólicos pero que no se quieren reconocer, “no se deben reconocer” ya que no cabe en un sistema capitalista donde para ser visto y reconocido se necesita ser objeto de producción o de consumo, ante esta invisibilidad de reconocimiento, todos estos enormes cambios resultan en quiebre, en tristeza, frustración o falta de sentido en la vida, por la parte física, está el deterioro del cuerpo, los cambios hormonales y en habilidades, la marcha cambia, la velocidad para realizar actividades, el habla es más pausada, el oído ya no capta muchas frecuencias, etc. Todo esto trae consecuencias en cambios psicológicos, una persona en esta etapa se enfrenta a “un otro” irreconocible ante el espejo, un extraño que ahora mira, y que muy probablemente por motivos de ocupación en etapas previas de la vida, no miró realmente.

A pesar de los ataques de la realidad a la autonomía física de los pacientes ancianos, el último fin de la psicoterapia debe seguir siendo la autonomía, aunque en este caso reinterpretada en términos de autonomía emocional, según sea la capacidad de autonomía física del paciente.

Para Reggiori la interacción entre el mundo interno y el externo de las personas durante la segunda mitad de la vida afecta a la psique y al sentido individual del yo, además de la experiencia crucial de los primeros años de vida. Las expectativas culturales de los grupos se proyectan en sus miembros que las internalizan en un grado que condiciona cómo se perciben como individuos y, por ello, afectan a la propia identidad. No adecuarse a esta imagen esperada tiene el riesgo de sentirse aislado o excluido, lo que puede provocar sentimientos de frustración cuando el proceso de individuación puede estar en oposición a las expectativas del colectivo que puede incluir a los compañeros y a los grupos familiares.

Durante el análisis es esperable que se desarrolle una dependencia analítica en beneficio del análisis. Se espera que el analista proporcione continuidad en el cuidado y que cree un entorno de confianza y fiabilidad en el que el paciente pueda depositar sus ansiedades y los sentimientos hostiles y amorosos. La cercanía de la dependencia analítica produce una interacción que resulta en algún tipo de curación de las heridas emocionales. Pero todo dirigido a procesos de cura, es decir apelar a que emerja el sujeto, la persona que puede sujetarse y hacerse cargo de las consecuencias de su vida, el ser humano en tanto ser de palabra, ser de lenguaje, es un ser deseante toda la

vida, en todos sentidos.

Por ello mencionó,, que en la última parte del capítulo, Reggiori hace énfasis en el hecho de que puede haber una respuesta creativa a la pérdida y que la creatividad puede producir un sentimiento de autoimportancia y contribuir a sobrellevar el estado de impotencia e indefensión que forma parte del estado depresivo.

Si el analista puede acercarse al paciente y valorar lo que aporta al encuentro, el paciente puede incorporar a su mundo interno una imagen positiva de un terapeuta interno que le valida, lo que le ayuda gradualmente a valorarse a sí mismo. Para Reggiori un enfoque de escucha al paciente y de aceptación es más apropiado para trabajar con personas mayores que uno que busca en todo momento una metáfora de la conducta actual con acontecimientos de la infancia. El paciente mayor tiene mucha palabra acumulada a lo largo de toda su vida que pide un espacio para ser hablada, al ser hablada sé se dinamiza porque la escucha otro en una posición diferente a cualquiera, pero también se escucha así mismo, por ende resulta en una palabra diferente, en un decir de si mismo distinto.

Mtra. en psicoterapia Mariana Acosta.

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