¿Acaso se le ha llamado despectivamente “generación de cristal” a una generación que hoy reconoce la importancia del cuidado de su cuerpo y respeto a sus derechos fundamentales?, ¿O es verdad que bloques generacionales recientes presentan una notoria disminución de tolerancia a aspectos que antes eran considerados cotidianos y formaban parte de experiencias indispensables?
Posiblemente dicho debate lo has entablado con otras personas, o en tus espacios de soledad te lo has preguntado, resulta que este fenómeno social puede discutirse desde diversos enfoques, uno de ellos es la naturalización de la violencia por parte de quien la vivió, resulta una especie de revancha, venganza o envidia al ver que otras personas no vivieron o viven el dolor que experimentamos en el pasado.
Para ejemplificar esto basta recordar las llamadas “novatadas” de entrada a la universidad, que se desarrollaban en un fango de suciedad, con actitudes violentas a ojos cerrados, corretizas, golpes, todas actitudes reprobables que hoy son inimaginables en una institución educativa que se diga respetuosa de los Derechos Humanos. Así mismo el uso de violencia por parte de los padres como correctivo cuando se transgredían normas o indicaciones, estos ejemplos vistos desde la mirada adulta representan una prueba superada que se recuerda con orgullo, un ritual al que sobrevivimos y es aquí donde se experimenta una especie de satisfacción, de saber que no volveremos a vivir lo mismo, pues ya lo superamos, y mejor aún, tenemos la fantasía de que gracias a eso adquirimos valores, lo cual es falso, pues los valores no se adquieren en función del miedo, para ser considerados valores humanos requieren el elemento convicción, eso no quiere decir que del miedo no se pueda pasar a la convicción, pero muchas personas se quedan en el respeto por miedo al castigo, es entonces que al no ser vistos o al sentirse inmunes al castigo, dan rienda suelta a conductas antisociales y reprobables moral o legalmente.
Lo cierto es que la vida cambia, se transforma día a día, y las garantías que hoy gozan niñas, niños y adolescencia, son resultado de la inconformidad de muchas personas que no tuvieron la suerte que tú tuviste de salir bien librada o librado de estos rituales violentos; el que las juventudes hoy señalen abiertamente la violencia, el machismo, la discriminación, la homofobia y transfobia, la necesidad del uso de un lenguaje incluyente, tendríamos que considerarlo un avance revolucionario, entendida la palabra revolucionaria como cambio profundo en las estructuras sociales que no necesariamente tiene que ser violento, es más, considero que ante la escalada histórica de la violencia en las sociedades, el buen trato, la sensibilidad y el auto cuidado son las conductas revolucionarias de nuestro tiempo.
Recuerda que un cuerpo que naturaliza la violencia en sí mismo, termina por violentar sus entornos, tratando paradójicamente de resolver su dolor en la misma conducta que causa su sufrimiento, pero proyectada en otras personas.
Los procesos psicoterapéuticos son espacios en donde puedes cuestionarte el impacto de la violencia que viviste en la infancia y que hoy probablemente has naturalizado.
Psicoterapeuta Fredy Toriz Meneses
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