Hola, bienvenidos a este nuevo artículo, en cierto sentido he decido escribir sobre una continuación al artículo anterior “el cliente o consultante como el experto en su vida”.
El tema de hoy tratará sobre una idea clave que se tiene en los “problemas psicológicos” desde los enfoques “posmodernos” (colaborativos, terapia breve centrada en soluciones y las prácticas narrativas)
Son diversos los modelos psicoterapéuticos para dar coherencia y respuesta a las problemáticas humanas, esta complejidad y diversidad, se ha ido generando a partir de diferentes contextos socio-históricos, además de las diferencias culturales de los lugares geográficos, que han sido el escenario para resolver dicha “sintomatología” y problemas de la población de ese momento. Así cada corriente de la psicología “clínica” ha ido poniendo el énfasis en diferentes formas de ir entendiendo los conflictos, sus soluciones y las formas de sobrellevarlos. Sin embargo, todos estos modelos y corrientes confluyen en el dialogo como un eje primordial. Si bien no es el único aspecto en la terapia, si es un recurso esencial para llevar a cabo este proceso “terapéutico”, este dialogo se irá configurando de acuerdo a la corriente (s) o perspectiva(s) en la que se adscribe el psicólogo o terapeuta, por lo que entenderá, centrará y dirigirá ese dialogo de manera distinta a otra tradición. Ahora bien, aparte del contexto histórico y las condiciones geográficas, existen otros factores a considerar en la sesión: el estilo personal de cada terapeuta, el carácter, condiciones físicas, su lugar de origen, sus experiencias personales y sus habilidades de comunicación, entre otras.
Especificado lo anterior, habrá conversaciones que se centren en conceptos de la personalidad, de cómo generar una reestructuración psicológica o sobre las causas sintomáticas que el problema psicológico presenta. Otros más emplearán conceptos y técnicas para modificar la conducta, centrándose en una detección de las distorsiones cognitivas y en que comportamientos se ven reflejadas.
No es la intención de este artículo el profundizar en la epistemología de los modelos terapéuticos, ni en sus objetos de estudio que sustentan las prácticas y técnicas empleadas en ellos, solamente se busca hacer esta descripción para poder diferenciar y entender la diversidad en las perspectivas que crean los problemas. Por lo que cada profesional es responsable de la forma de ejecutarlo y emplearlo, quiero decir con ello que mi propósito es exponer la forma de entender los conflictos de una manera colaborativa y si se exponen los principios de otros modelos es solo para marcar los contrastes, no que un tipo de terapia sea mejor que otra.
En la terapia hay presupuestos filosóficos que la guían y orientan, las mencionadas previamente (conductismo o psicodinámico) tienen de telón de fondo una epistemología <<objetivista>> que ha sido determinada por su periodo histórico donde nacen. Recordando un poco la época de la modernidad en donde éstas nacieron, se caracterizaba por su fe en el progreso tecnológico, en el caso del conductismo buscaba un conocimiento legitimo por medio de la experimentación para llegar a leyes de los organismos incluyendo la naturaleza humana. Una naturaleza humana extra teórica y universal, capaz de comprenderse y sobre todo la creencia de que la razón humana era capaz de resolver todos los problemas que se presentaran en dicha naturaleza.
Dentro de todas estas corrientes subyacen algunas ideas:
- El psicólogo es alguien neutral y capacitado para entender “objetivamente” la problemática
- Se perfila una forma correcta de pensar y comportarse (acorde con ciertos valores y patrones)
- Existe una realidad psicológica capaz de conocerse sin distorsiones
- La creencia en una observación imparcial de fenómenos con independencia del observador (realismo)
- La creencia en una psicopatología como una forma de explicar los síntomas y trastornos.
Sin embargo, esta forma de ir entendiendo los problemas como parte de una naturaleza “interna” o como aprendizajes que se refuerzan por satisfactores personales fue teniendo algunas dificultades por el reduccionismo que implicaba, ya que se fue observando que en algunos casos el contexto social de esas personas era un factor clave en sus problemáticas, es de esta forma que comienza a haber un cambio en la perspectiva de entender los problemas, enfatizando las interacciones, la forma en que se comunican y la convivencia en el contexto del consultante, ya de que de alguna forma se influían mutuamente para crear los síntomas, así la terapia de corte sistémico, no se centra en los diagnósticos psiquiátricos, ni psicopatologías (aunque son un dato a tomar en cuenta) sino en las descripciones o en este caso, la interacción de individuos en su familia, relaciones personales, trabajo, sociedad y cultura. Una metáfora para describir lo anterior puede ser que las personas más que ser mentes aisladas encerradas en sí mismas, nos parecemos más a ramas de un árbol más grande o un tejido compuesto de varios elementos.
Bajo este marco conceptual se establece la idea de que los problemas no pueden ser eliminados, ya que no son “cosas” o entidades con independencia del contexto y pueden cumplir una función que ha dado cierto equilibrio entre las partes involucradas del individuo, un equilibrio o estabilidad que no siempre es en beneficio de la persona.
En esta concordancia, el dialogo de la sesión “terapéutica” se puede ir estructurando en observar de qué forma se ha ido configurando la vida del consultante o familia, así en lugar de ver los síntomas como entidades fijas e insuperables, esta perspectiva invita a las personas a reevaluar como perciben, entienden y se relacionan con dichos síntomas, además de evaluar qué tipo de relatos se han ido generando en su identidad a partir de ellos. Otro punto clave es cuando se estereotipan las conductas y se consideran “anormales” “muy negativas” “peligrosas” que más que venir de la experiencia del consultante, provienen de juicios exteriores, de nuevo se invita a observar al problema como algo diferente a lo simplemente negativo o limitante. El objetivo como se plantea puede ser el identificar en que momentos el problema presenta mayor rigidez, y de esta forma ir cambiando este tipo de relación identificando soluciones y acciones para disminuir su presencia o que sus efectos estén más en relación con lo que la persona quisiera que pasará, por ejemplo, más que el yo evitar querer enojarme, no quiero que el enojo dañe a mis hijos o que salga en situaciones donde me es muy perjudicial, para llegar a ello, la conversación se centra en resaltar los recursos y habilidades que la persona ya ha ido desarrollando para sobrellevar su vida. Esto no se basa meramente en recursos internos, sino que intenta construir redes de apoyo, aliados para la solución y estrategias sociales que puedan ir disolviendo la influencia del problema.
Un ejemplo más de ello en las practicas narrativas es cuando las personas vienen saturadas de un discurso “incapacitante” sobre su identidad, donde se llega a creer que son ellas las que no funcionan y por lo tanto la única forma de solucionarlo bajo esta premisa sería no ser uno mismo, lo cual resulta doloroso y nos lleva a un callejón sin salida. En lugar de ello se pone el foco de análisis en cómo es que se ha ido construyendo esta historia ¿por qué es que se han ido sacando esas conclusiones de uno mismo? ¿desde dónde están siendo interpretadas y que es lo que implica esa manera de verlo? Lo que nos suele llevar a discursos opresivos estructurales, con temas de fondo como la desigualdad social (clasismo), la discriminación por género (machismo), la violencia constante de los entornos laborales (abuso de poder), etc. De esta forma el consultante va generando una conciencia de como juega un papel primordial la jerarquía, los roles de género o la cultura en lo que él está experimentando, lo que le suele brindar una mayor agencia para aproximarse a una forma de ser que él prefiera, los resultados de ello es que el problema o el “síntoma” dejan de ser nuestros enemigos, nuestros saboteadores o jueces y se van convirtiendo o se van significando como nuestros recursos o incluso “amigos” para resistir la vida.
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