En las relaciones interpersonales es común encontrar roles, roles que se imponen y otros que solitos nos ponemos por pertenecer o simplemente por fluir en el grupo. Todos los roles son sanos, no quiere decir que por tenerlo o cumplirlo estemos mal o sea patológico, se vuelve un problema cuando afecta la integridad de la persona, cuando el que lo cumple ya no es tan feliz o incluso se siente con la obligación de ser así para sentirse afectado, e incluso cuando no se le da permiso de ser algo diferente. Esta desde el que come mucho, la que siempre llega tarde, el que se ríe de todo, el que hace reír y hasta quien nos salva de todas las situaciones en que nos metemos. Así es, ese es el síndrome del salvador, del cual aprenderemos ¿Te gusta salvar o ser salvad@? Descubrelo…
El síndrome del salvador designa coloquialmente a un modo de relación que se caracteriza por generar situaciones de permanente ayuda y servicio a los demás, asumiendo un grado excesivo de responsabilidad por el otro. No se encuentra en los diagnósticos de salud mental, es una forma coloquial de describir comportamientos en las relaciones.
La persona con síndrome del salvador tiene una marcada tendencia a centrar su vida en base a la satisfacción de las necesidades de otras personas con la finalidad de ayudarlas, mejorar aspectos de su vida o resolverles diferentes situaciones en forma recurrente.
Todo suena lindo hasta aquí ¿cierto? Pero no todo es tan lindo, esta el otro lado del salvador, que crea situaciones donde te sientas imposibilitad@ y entonces le necesites. Esta es una conducta no tan sana, donde nos convertimos en dependientes de la otra persona, donde ahora sin ti no podre y me vere obligad@ a siempre ir en busca de ti. Hasta cierto punto puede ser una conducta, incluso, narcisista donde el ego de la otra persona se alimenta de mi necesidad de el/ella.
El triángulo de Karpman es una ilustración que identifica muy bien los tres tipos de roles que podemos ocupar las personas dentro de una relación tóxica:
Agresor
Víctima
Salvador
Generalmente, cuando pensamos en relaciones dependientes, pensamos en relaciones de maltrato donde hay un agresor (maltratador) y una víctima (maltratado). Por el contrario, no todas las relaciones dependientes siguen esta patrón. En ocasiones, pueden estar creadas por una víctima y un salvador.
En muchas ocasiones la persona dependiente busca un cuidador en vez de un agresor. Alguien más fuerte que tomes las decisiones y se responsabilice de su propia vida. Muchas personas se sienten cómodas en el rol del cuidador por que trasladan el problema a la otra persona y conectan con la sensación de poder: “Yo soy quién sabe como se tienen que hacer las cosas” , “soy más fuerte”.
¿Cómo salir?
Hay algo qué es fundamental preguntarse y es ¿Cómo estoy eligiendo a mis parejas? En todas las relaciones debe existir la protección y el mutuo cuidado. Sin embargo, cuando una relación afectiva se encuentra gobernada por esto, debemos hacernos pensar.Otra pregunta interesante sería, si no me ocupara de los problemas de otras personas, ¿de qué me estaría ocupando?
Construir una identidad propia y encontrar el valor para afrontar construir algo único y personal, conlleva un trabajo y valor. Se trata de conectar con las propias capacidades y la necesidad personal. En el momento que eso se cimienta, ya no existe la necesidad de salvar a otros para sentirnos bien y seguros.
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