Desde el modelo conductual se han implementado diferentes terapias psicológicas durante el pasar de los años, con el objetivo de velar por el bienestar y mejoramiento psicológico de los consultantes. Así pues, la psicología conductual ha desarrollado diferentes estrategias de modificación del comportamiento con el fin de brindar soluciones frente al malestar psicológico, ya sea mediante la modificación en la frecuencia de la conducta, los pensamientos, las emociones o los aspectos culturales asociados.
Debido a esto, la conceptualización y puesta en práctica de dichas terapias psicológicas en el quehacer profesional, involucran procedimientos diferentes; sin embargo, es importante mencionar que los modelos conductuales han resaltado por ser empíricamente validados, es decir, que las intervenciones psicológicas propuestas por el modelo han demostrado ser eficaces, validando su aplicación, utilización y réplica.
El modelo conductual, existen tres grandes generaciones de terapia conductuales, las cuales se han diferenciado por los lineamientos teóricos que son diferentes, aunque sus objetivos generales están orientados hacia la modificación conductual. Así pues, podemos identificar las terapias del comportamiento de primera, segunda y tercera generación. De manera inicial, la primera ola de terapias de la conducta, las cuales surgen en los años 60, ubicadas dentro del tratamiento clásico de conducta que se apoya en el cambio directo del comportamiento a través del manejo de contingencias, con técnicas fundamentadas en la investigación básica sobre la conducta, siendo su objeto de estudio “la conducta”.
Dichas terapias fueron ampliamente utilizadas para el manejo de conductas compulsivas y /o obsesivas, así como, algunas fobias, lo cual implica implementar estrategias que puedan aumentar, mantener y disminuir conductas, bien sea problemáticas o en el caso de incrementar, serían las que se consideren apropiadas dependiendo de la situación. Sin embargo, la principal limitante para esta generación de terapias conductuales es que toma en cuenta los aspectos internos de la persona, así como el contexto cultural en el que la persona desarrolla, pero no los considera la causa del comportamiento.
Con el pasar de los años, algunos autores de los principios conductuales refirieron que necesitaban ir “más allá” del condicionamiento clásico y operante, centrándose en los procesos humanos cognitivos, dando lugar a la segunda ola y generación de terapias conductuales llamadas terapias “cognitivo-conductuales” las cuales buscan alterar los llamados procesos internos o eventos privados, que desde su perspectiva explican de manera causal el comportamiento, interviniendo sobre las creencias, pensamientos, esquemas mentales, ideas, se generan modificaciones en la conducta problema, así pues, dicha intervención entonces está dirigida a la modificación de eventos cognitivos para alterar las acciones de la persona que presenta trastornos psicológicos. Hasta este momento las terapias utilizadas representaban mayor costo que beneficio, por lo que, dicha ola vino a revolucionar la práctica terapéutica.
Las terapias cognitivo- conductuales han demostrado su eficacia para una gran variedad de trastornos como el trastorno psicótico, trastorno bipolar, trastorno depresivo, TAG, TOC, fobia social, fobia específica, hipocondría, bulimia nerviosa, adicción a sustancias y adicciones comportamentales, conducta suicida, etc. sien embargo, surge para esta generación de terapias el gran debate sobre si lo que hace eficaz a esta técnica son sus componentes cognitivos o los conductuales, llegándose a plantear que más que una reestructuración y modificación de los pensamientos desadaptativos es un moldeamiento de los comportamientos verbales manifiestos y encubiertos, proponiéndose que el mecanismo de funcionamiento de las técnicas cognitivas sería explicado mejor por las leyes del aprendizaje clásica (conductismo) que por las leyes de aprendizaje cognitivo.
Debido a las críticas y limitaciones de las terapias de segunda generación, pese a su indudable calidad y eficacia en el tratamiento de muchos trastornos psicológicos, propiciaron el surgimiento de una nueva ola o tercera generación de las terapias de la conducta. Las terapias de tercera generación parten del contextualismo funcional como modelo filosófico. Esta nueva corriente parte de la idea de incorporar de forma más óptima el énfasis empírico en el análisis de conducta, siendo más “contextual”. Debido a que centra el eje del cambio psicológico en el contexto, estas terapias han sido denominadas como “terapias contextuales”. Así pues, , el contexto de la relación terapéutica hace
referencia al espacio clínico en el que el paciente y el psicólogo/a desarrollan la terapia como una fuente de experiencia y aprendizaje. Por otra parte, el contexto como ambiente es aquel en el que la persona y sus comportamientos se desarrollan con su medio. La eficacia de este tipo de terapias varía en función de la problemática presentada por el paciente. Por ejemplo, la Terapia de Activación Conductual ha mostrado eficacia para el tratamiento de la depresión y de la sintomatología depresiva y ansiosa en pacientes con cáncer.
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