Hace unas semanas en México, la nota sensacionalista invadió los periódicos y redes sociales:
“Difícil de creer” “Aterrador momento” “Se desata la violencia” “Venganza entre porras” entre otros encabezados.
Pero, ¿Realmente fue algo inesperado?, ¿Fue un suceso aislado?, o este evento tiene una lógica poco visible que le precede.
Desde el análisis de género y desde la visión de una masculinidad construida, este evento es la consecuencia de muchos factores previos que se invisibilizan en sociedades violentas y patriarcales como la mexicana.
Basta hacer un análisis concienzudo del discurso de los comentaristas de futbol, de cómo se fomenta la rivalidad más que la dinámica deportiva, del humor que gira alrededor del futbol, que en ocasiones cae en apología de delito. Los medios de socialización se han encargado de fomentar y ligar el poder en función de los resultados de un evento deportivo, el supuesto ganador se autoriza a ridiculizar y violentar al equipo que se asume perdedor; por su parte el equipo en desventaja de goles, naturaliza que tendrá que vivir violencia de diversos tipos, resultado de su desempeño.
El esfuerzo lo determina un número llamado gol, dejamos en segundo plano, el espíritu deportivo, el trabajo en equipo, la confianza, la salud y el auto cuidado, para darle prioridad a resultados numéricos y al seguimiento de reglas rígidas..
Es por ello que es conveniente para algunos grupos el socializar esta visión del fútbol en México, ya que es una maqueta social entre ganadores y vencidos, en donde se naturaliza la existencia de reglas rígidas, en donde se erotiza el someter a los otros, en donde se normaliza la idea de que siempre tiene que haber triunfadores y derrotados; es muy conveniente porque cuando esta normalización se instala en la sociedad es muy fácil reproducir un discurso familiar donde el poder se utiliza para someter y no para servir, donde se socializa la idea de que el esfuerzo y la suerte otorga derechos superiores a otros cuerpos que bajo este esquema se consideran inferiores simplemente porque en número de goles no arrojaron los mismos resultados.
Es la lógica que muchos hombres utilizan en la familia para reproducir sometimiento: “Cuando ganes tu propio dinero, harás con él y con los que mantengas lo que quieras”, “cuando tengas a tus hijos, si quieres comértelos, te los comes”, “Aquí yo soy el que manda porque yo tengo el dinero”; “Alguien debe de mandar y otros deben de obedecer”, creencias que sustentan el abuso de poder de unos cuerpos sobre otros.
Inocente o convenientemente muchas personas siguen en las famosas apuestas futboleras, cortarse el cabello, apuestas de dinero, castigos humillantes, estas dinámicas celebradas y aplaudidas por millones de personas en nuestro país, son el origen y la base de lo presenciado en el estadio corregidora el pasado cinco de marzo de 2022.
Asustarse a estas alturas es demasiado tarde, más valdría revisar de forma crítica de qué manera estoy participando en la próxima desgracia en el deporte o en mis entornos sociales, tal vez viendo y fomentando el discurso violento de comentaristas televisivos, o socializando en redes virtuales dinámicas de competencia donde hay ganadores y perdedores, o el uso del humor que creemos inocente, todos los anteriores son ejemplos de la base del problema; Hoy en la cárcel ya están varias personas, pero a dónde quedan los co-responsables sociales, los medios de comunicación que lucran con este mecanismo violento, dónde están los grupos que fomentan el uso del poder en las familias, esos seguirán en el anonimato, argumentando que estos son males menores en la “sana” competencia deportiva que les trae múltiples beneficios para seguir reproduciendo un mensaje patriarcal que afortunadamente hoy es cada vez más cuestionado.
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