Los seres humanos somos sujetos a los que nos cuesta mucho trabajo reconocernos como violentos o violentados, no podemos en ocasiones ni identificar los síntomas que presentamos en situaciones de violencia y esto sucede porque tenemos totalmente normalizados estos patrones conductuales mismos que surgieron en la dinámica familiar en la cual nos desarrollamos, cabe mencionar que la violencia puede medirse en grados, de la misma manera en que aprendimos a tolerar la ejercemos, debido a esto cada persona percibirá los actos violentos con base en lo vivido.
Existe un ciclo de violencia propuesto por Leonor Walker, en donde las interacciones violentas en las relaciones pareja, se pueden identificar en tres fases secuenciales:
Acumulación de tensión: esta fase se presenta de forma gradual en la cual influye el tiempo de relación, la persona acumula tensión debido a las situaciones desagradables que se han presentado a lo largo de la relación, el maltratador presenta conductas de control sobre la victima acompañada de gestos desagradables, comentarios fuera de lugar, aquí juega un papel muy importante la indefensión aprendida.
Incidente agudo o explosión: en esta fase se hace frente a todas las situaciones pasadas, en la cual las personas expresan todas las experiencias desagradables que han vivido durante la relación, puede acompañarse de violencia física, verbales, en esta fase puede existir la intervención policial si la victima denuncia.
Luna de miel o etapa de conciliación: en esta fase el agresor muestra conductas compensatorias, hace acuerdos aparentemente, promesas de que no volverá a suceder, trata de mostrar arrepentimiento. Sin embargo, habrá otra pelea que active el ciclo nuevamente en la cual la luna de miel desaparecerá.
La violencia y autoestima no pueden correlacionarse debido a que en ambientes violentos se genera una indefensión aprendida, donde la victima trata de ser mediadora y en ocasiones puede sentirse culpable de lo que está sucediendo.
El ciclo se hace cada vez más corto, constante y severo, en el cual la víctima no se atreve a enfrentar la situación, muchas veces por vergüenza de las criticas que pueda recibir del entorno. Debido a esto no se sienten capaces de romper este tipo de relaciones, debemos estar atentos a las banderas rojas que se pueden presentar.
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